Entrevista a Fernando Belasteguin No te la pierdas
El mejor jugador de la historia del pádel -reciente campeón del Masters Final- reflexiona sobre su carrera en Olé: por qué cree que la hegemonía hizo “que muchos no nos tomaran en serio”, los momentos imperdonables que se privó de compartir con su familia y la ilusión por volver a ser #1 a los 41 años.
A quienes no son habitúes del mundo del pádel les costará dimensionar lo que significa Fernando Belasteguín (19 de mayo de 1979, Pehuajó, Buenos Aires). Bela fue el amo y señor su deporte durante 16 años y ocho meses (los primeros 13 con Juan Martín Díaz y los restantes con Pablo Lima): llegó al primer escalafón del ránking mundial y no se bajó hasta que una lesión le impidió defender los puntos de ocho torneos. Nunca nadie logró algo similar, pero su capacidad de análisis instala un debate interesante: lejos de reclamar su lugar en el Salón de la Fama, el argentino explica que haber sido tan bueno pudo que no haya sido bueno.
Durante los casi cincuenta minutos que duró la charla con Olé, Bela reflexionará sobre cómo su hegemonía en el trono del pádel «no le hizo bien al deporte», será consultado sobre el dispar reconocimiento que tiene en España y en Argentina, dirá que el cambio de pareja (en 2021 jugará con Sanyo Gutiérrez) obedece a que cree que «los mejores años de mi carrera están por venir» y hasta mostrará las vitrinas vacías en una habitación de su cara: se prohibió tener trofeos pese a haber ganado más de 200 títulos como profesional…
A días de haber ganado el Menorca Master Final, el torneo que cerró el atípico circuito del 2020, ‘Bela’ -quien se convirtió en el jugador más longevo de la historia en ganarlo- le abre virtualmente las puertas a Olé.
– Llegó el final de una temporada sumamente atípica. ¿Ya hiciste el ‘click’ hacia las vacaciones?
Ya desde la semana pasada, justo después del Masters pusimos punto final al año. Este fin de semana tuve que ir a Cagliari porque tengo de patrocinador a Cupra, que es una marca de coches, y era el sponsor principal del Masters de la Federación Internacional, donde pueden ir a jugar los jugadores del puesto 20 para atrás. Como tengo una muy buena relación con Gianluca Vacchi, quien es un influencer, DJ y empresario muy reconocido, me dijeron si podía ir a jugar con él, Demetrio Albertino y Alejandro Galán. Así que fui el viernes, volví el sábado a la tarde y oficialmente estoy de vacaciones. Ahora me tomaré ocho o nueve días, o incluso hasta el 1 de enero, pero después quiero empezar a entrenar otra vez porque tengo una edad en la que si paro mucho, después me cuesta más. Entonces como terminé el año bien físicamente, pararé dos semanitas y en enero empezaré a entrenar nuevamente.
Belasteguín estuvo en Cagliari para jugar una exhibición con Gianluca Vacchi, Demetrio Albertino y Alejandro Galán.
– Pero hay casos de deportistas a los cuales la pandemia y el cambio de calendario los afectó. Vos decís que físicamente está impecable, ¿cómo fuiste midiéndote el combustible durante el encierro?
En España estuvimos encerrados dos meses y medio pero, siéndote re sincero, a mí el confinamiento me vino muy bien porque me dio la posibilidad de competir a un alto nivel. Yo venía de dos años de lesiones muy graves: en agosto de 2018 debí parar cinco meses por una lesión en el tendón del codo, que fue lo que no me permitió defender el número 1 en la cancha, pero volví para el Masters y lo gané. Y en junio de 2019, en la final de Buenos Aires, casi se me corta el tendón de Aquiles. Tuve la suerte de que fue en las mismas líneas de las fibras y no en perpendicular, sino hubiera tenido que entrar el quirófano.
Las dos lesiones de las que habla Belasteguín: el codo (2018) y el tendón de Aquiles (2019).
– Ese partido fue, además, el cierre de tu pareja con el brasileño Pablo Lima. A la lesión se le sumaba y nuevo desafío…
Exacto, esa fue la razón por la que cuando decido jugar con Tapia (24 de julio 1999, Catamarca) me meto del lado del drive para que el desgaste físico sea menor. Yo cuando comenzó el año sólo deseaba tener un 2020 sin lesiones y es algo que logré. Por eso particularmente estar dos meses en mi casa me permitió recuperar el tendón, pero a su vez jugaba esa incertidumbre de no saber qué iba a pasar. Los primeros 15 días entrené a full porque pensé «bueno, dos semanas y listo» Y cuando vi que no había fechas y que puertas afuera de casa había mil muertos por día te das cuenta que lo profesional carece de sentido. Así que empecé a tomármelo más tranquilo aunque trabajando en fortalecer el tendón mañana, tarde y noche. El objetivo era que se curara bien, algo que pasó, pero la sensación de volver a jugar fue extraña…
– ¿La idea de jugar con Sanyo Gutiérrez tiene ese fin? ¿Volver al revés?
Sí, yo no había jugado nunca en el drive. El cambio de posición fue puramente por mi aspecto físico cuando me rompo el tendón en Buenos Aires. Mirá que tengo una cabeza dura, pero quedé tocado psicológicamente. Empezar en el drive fue como volver a aprender a jugar al pádel: me permitió otra visión de juego pero se te da vuelta la cancha. Para ser bueno en el drive siendo derecho, hay que ser muy bueno porque la cancha se te cierra. Y yo tuve que aprender todo. Con Agus (Tapia) fue fortaleciéndome, agarrando confianza y perdiendo el miedo a saltar, caer y arrancar, que era lo que más me frenaba. Mi esencia es jugar del lado izquierdo, así que asumo el compromiso con Sanyo para el 2021.
– Al margen del cambio en el juego, ¿qué te dio formar pareja con un jugador 20 años menor que vos?
Me devolvió el niño que uno lleva adentro. A mí me exigió cuidarme las 24 horas, los siete días de la semana. Tapia nació en el 1999: yo fui número uno del mundo desde que él tenía tres años hasta los 19. Ahí me doy cuenta de mi edad, pero sino yo me creo que puedo competir fácilmente contra chicos de 20 años.
Belasteguín jugó el último año y medio con Tapia, aunque para 2021 cambiará de pareja: lo espera Sanyo Gutiérrez.
– En una entrevista de octubre pasado dijiste que lo primero que ibas a hacer cuando te retires era pedirle perdón a tu familia. ¿Perdón por qué?
Por no haber estado en los momentos más tristes. El pádel me dio mucho, pero también me quitó otras cosas. Cuando estás lejos de tu casa decís ‘cómo será la sensación cuando te llamen por la pérdida de un familiar’. No haberle podido dar un abrazo a mi mamá el día que murió su papá es algo imperdonable para mí, no se compara con ningún título o con ningún año de número uno. O cuando a mi señora se le murió su abuelo en brazos. Yo ese día estaba en una exhibición. Entonces tengo que pedirles perdón por no haber estado ahí, aunque es imperdonable. ¿Sabés por qué? Porque en los festejos y las cosas buenas, por lo general, hay mucha más gente que en las cosas malas. Entonces haberme ausentado en esos días no me lo perdono.
– ¿Y contra eso qué podés hacer?
Mirá, yo he tenido la grandísima suerte de conocer tres sensaciones: perder, ser número uno y entrenar cada día al máximo. Y te puedo asegurar que no hay satisfacción más grande que esta última. ¿Sabes por qué? Con mis 41 años encima no es fácil, pero si no me entrenaría así le estaría faltando el respeto tanto a mi familia de Barcelona como la que dejé hacer 20 años en Pehuajó. Le fallaría a mis abuelos, que los despedía en enero con un beso y cuando volvía en diciembre del mismo año no sabía si podía darle otro beso o iba a tener que llevarle una flor, como me ha pasado en los últimos dos años. Entonces cuando experimentas el dolor del corazón, todo el dolor físico no tiene comparación. Yo voy a entrenar cada día porque creo que lo mejor de mi carrera está por venir. Y si mañana termina mi carrera, me queda la tranquilidad de que hoy habré entrenado al máximo…
– Ganaste más de 200 títulos pero no tenés ni un trofeo en tu casa. ¿Esa decisión siempre la tuviste claro?
Sí, sí. Mirá, ahora estoy en la pieza de mi hijo y lo único que tienen es una pelota mitad pintada de Argentina y mitad de España. Nada más. Yo lo tuve siempre clarísimo porque no quería que mis hijos se críen en lo que llamó «el entorno del campeón». Mi hijo más grande, que tiene 12 años, se enteró que yo era número uno hace tres cuando hizo el cambio de pato en el colegio. Vino un día y me preguntó: ‘¿Papi, es cierto esto?’.
Belasteguín, durante el Zoom con Olé, muestra el único «trofeo» que tienen sus hijos: una pelota de fútbol con los colores de Argentina y España.
– ¿Y cambió en algo? ¿O lo tomaron con naturalidad?
Yo no sabía qué decirle pero tuvimos que encarar el tema. Y ahora él me sigue un poco más la carrera: antes venía bolsos o que yo viajaba y jugaba pero nada más. ¿Pero por qué hago esto? Mi señora es odontóloga y cada vez que hace algo no lo exhibe en casa. Y yo lo digo siempre: ojalá sean muchos años más, pero profesional de un deporte seré hasta algún momento y padre voy a ser toda la vida. Vos entrás a mi casa y no encontrás trofeo porque no soy sólo eso, así que cuando gano algo aprovecho para regalárselo a algún amigo.
– En España, donde se hace fuerte el circuito, da la sensación que tenés mucho mayor reconocimiento que acá. ¿Lo medís?
Es que si el objetivo de mi carrera sería que me reconozcan los medios sería muy poco inteligente. Soy consciente del deporte en el que juego. Y también soy consciente de otra cosa: ser número uno durante 16 años y ocho meses me ha venido muy bien, pero no ha sido bueno para el deporte.
– ¿Cómo sería eso?
Que para que al deporte se lo tome en serio ha sido muy malo porque nunca existió un tipo que estuviera tantos años como número uno. Es lo que siento yo. Es muy difícil lograr estar tanto tiempo como número uno, pero siento que le quitaba seriedad, no sé si estuvo tan bueno. Por eso hoy busco correrme el reconocimiento que me decías: no me interesa que me hagan o no me hagan notas a mí, no pasa nada, pero sí me gustaría que le den espacio al pádel. Yo quiero que se hable del deporte.
Un joven Fernando Belasteguín junto con Juan Martín Díaz, con quien dominó el ránking durante 13 años, allá por 2008.
– Aún así, no hay muchos casos así. En general el ambiente del deporte premia al ídolo, o si no lo tiene lo construye…
En mi caso tuvo mucho que ver mi señora y mis amigos. Si mis amigos ven que soy distinto al que se fue hace 20 años, me pegan un cachetazo y me dicen ‘che pelotud*, ¿quién te pensás que sos? Si sos el mismo que te fuiste hace 20 años…’. Y otra que digo siempre: los que hemos tenido la suerte de ser número uno en algo, por lo general somos los que menos andamos mostrando o exigiendo el reconocimiento. Y una cosa que es muy seguro, y que lo he aprendido con los años: cuanto más ganas, más cerca estás de perder. Nadie es imbatible y hay que ir tranquilo porque la caída puede ser dura.
Fuente Diario Ole
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